En este post no vamos a hablar de semillas, sustratos ni cosechas literales… pero sí metafóricas. Si hace tiempo que tienes un huerto casero, o si estás pensando en hacerlo, te gustará saber que cultivar un trocito de tierra tiene muchos más efectos positivos para tu persona de los que te imaginas, y no hablamos de la parte alimentaria esta vez. Por eso, en esta entrada hablaremos de la huerto terapia: de sus beneficios, de sus usos y de qué tiene en común y de diferente con otras terapias alternativas, todo ello con la ayuda de Marina Mendoza, educadora social y arteterapeuta por la Universidad Pablo de Olavide.
Si el objetivo de cualquier terapia es que la persona crezca y se desarrolle, el de tu huerto es el mismo: ver germinar, crecer, florecer y fructificar tus cultivos. Además, se suele decir que tanto el amor como las amistades hay que “regarlas” para mantenerlas, por lo que se puede intuir qué tienen en común un proceso terapéutico con el cuidado de un huerto casero.
Enrique (nombre ficticio) tenía un trabajo muy bien remunerado y una familia estupenda. Vivía muy bien, amaba su trabajo, y se sentía satisfecho. Sin embargo, de la noche a la mañana, su vida cambió y se vio sin trabajo, sin ingresos y con la autoestima por los suelos. Durante meses, su futuro le parecía estar plagado de negros nubarrones y era incapaz de pensar en que el sol volvería a salir. A pesar de tener el apoyo de su familia, fueron momentos duros, como siempre lo son cuando aparece un proceso depresivo. Un día, como quien no quiere la cosa, algo cambió. Le regalaron un libro sobre huertos y, sorprendiéndose incluso a él mismo, lo cogió y empezó a leer con entusiasmo. Poco a poco, se puso a germinar, a sembrar, a plantar, a trasplantar. De repente, tenía algo que le hacía sentirse ilusionado y activo. Algo que le ocupaba la cabeza y el espíritu. Algo por lo que se levantaba cada mañana: su huerto. Su humor cambió y, a la vez que florecían sus cultivos, florecía también su optimismo. No es que usara semillas mágicas, sino que el estímulo de cultivar le llegó en el momento adecuado y se asió a él para retomar las riendas de su vida.
Este ejemplo real, nos sirve para ilustrar los beneficios de tener un huerto o, como lo han llamado, la “huerto terapia”.
¿Qué es la huerto terapia?
Se ha dado este nombre al acto de cultivar un huerto con objetivos terapéuticos. En arteterapia, el sujeto se sirve del arte como un medio de expresión que puede desvelar matices donde la palabra no llega, o que hace aflorar el inconsciente de una forma más natural. La horticultura, más que como expresión, sirve como vía de escape, como tiempo de calidad para pasar con uno mismo practicando la consciencia del aquí y ahora, así como vía para desarrollar la autoestima y una larga lista de aptitudes.
Beneficios de la huerto terapia
Mejoras a nivel físico
Trabajar el huerto nos aporta mejoras corporales. Las diferentes tareas que hay que realizar benefician a nuestro aparato locomotor, a nuestros pulmones e incluso puede tener un efecto positivo a nivel cardiovascular. Nos mantiene activos, habilidosos, potencian la movilidad e incluso la fuerza, pues a veces tenemos que mover pesados sacos de sustrato.
Concentración
Probablemente sea uno de los mayores beneficios de la horticultura. Todos los que la practicamos sabemos que el tiempo que estás en tu huerto casero pasa de forma diferente. Cuando estamos realizando las tareas hortícolas, sean las que sean, desde preparar un sustrato a trasplantar semilleros, pasando por recoger la cosecha o actuar contra una plaga, estamos centrados en lo que hacemos y, por norma general, requieren tu atención de una forma que te hace no estar pensando en todo el barullo mental que suele acompañarnos en nuestro día a día. Hay hasta quien dice que ir al huerto y cuidarlo es para ellos como practicar mindfunless o atención plena.
Paciencia
Está claro que los resultados en el huerto no se ven de forma inmediata. Es cierto que si siembras rabanitos verás los primeros brotes en solo tres días, pero de ahí a que te los puedas comer pasarán semanas. Saber esperar y respetar los tiempos de cada cultivo te aporta un extra de paciencia y de entender que todo en esta vida conlleva su tiempo, alejándonos del afán cortoplacista que predomina en otras actividades.
Autoestima
Tener por primera vez un huerto y ver cómo tus esfuerzos van dando frutos es una sensación que favorece la autoestima. Es una muestra de que has sido capaz hacer crecer correctamente los cultivos y, como resultado, puedes disfrutar de los alimentos que ha dado tu propia cosecha.
Resiliencia y superación
Hilando con el apartado anterior, aun incluso cuando las cosas no salen bien (a veces las semillas no germinan, las plantas se marchitan, los frutos no maduran o las plagas se comen las plantas…), el huerto te da el impulso y la ilusión para volver a intentarlo, para aprender de los errores y para conseguir algo que se te resiste.
Desarrollo de habilidades
Cuando empezamos a cultivar, ya sea en un huerto grande o en un maceto huerto, solemos tener que enfrentarnos a nuevos retos y a hacer cosas que nunca antes habíamos hecho. Aprendemos cosas nuevas (qué tipos de tierra hay, en qué temporada hay que sembrar o comer cada verdura…) y desarrollamos nuevas competencias: preparar el sustrato, regular el riego, poner tutores, realizar un abono casero… Esto, como decíamos, redunda en un mejor autoconcepto.
Satisfacción
Es innegable que los progresos y, sobre todo la cosecha, dan una gran sensación de satisfacción. En nuestro rinconcito verde ocurren verdaderos milagros, y ver lo que vamos consiguiendo nos llena de orgullo y alegría.
Sensación de calma
Realizar las tareas del huerto, especialmente si es de dimensiones reducidas, es una actividad relajante y que se suele hacer de forma calmada, aportando una sensación de relax, especialmente si se hace en solitario.
Ilusión
Ligada a la paciencia, cultivar en casa te aporta un extra de ilusión a tu día a día, pues vas viendo los progresos de tus plantitas y cada nuevo hito se vive con ilusión: cuando ves los primeros cotiledones, cuando llega la época de floración, cuando cosechas una verdura que nunca antes habías cultivado… ¡y cuando los tomates saben a tomate!
Reconexión con el mundo natural
A los que vivimos en ciudades, tener este pequeño rinconcito natural en medio del asfalto nos da una especia de chute de naturaleza. No hay nada más agradable, después de estar horas trabajando en la oficina o un trabajo similar, que meter las manos en la tierra, sentir ese olor y conectar con cosas tan naturales y “sencillas” como son las plantas.
Valorar los alimentos y luchar contra el despilfarro de comida
Quizás antes de tener huerto no te habías parado a pensar que, para que esa lechuga llegue a tu plato, hay mucho tiempo y esfuerzo detrás, y es prácticamente un crimen cuando los alimentos acaban en la basura, por lo que hay que luchar contra el despilfarro alimentario. Al cultivar tus propios alimentos aumenta tu conciencia en el sentido de que sabes realmente cuánto cuesta producirlos.
Socialización
Las tareas del huerto se pueden hacer en compañía pero, incluso si las haces en solitario, se servirán como excusa para socializar, pues siempre podrás dar unos tomates al vecino, pedir unas semillas a un amigo o compartir tus preguntas o consejos con otros huerteros en redes sociales, como en nuestro Instagram y Facebook.
Usos de la huerto terapia
Está claro que estos beneficios le vienen bien a cualquiera. Pero, además de a la población en general, la huerta y todo lo que conlleva puede aplicarse a estos colectivos:
Personas con trastornos de atención
Como hemos comentado, tener un huerto potencia la concentración, vivir en el momento presente y poner el foco en realizar una tarea en concreto, por lo que beneficia a las personas cuya atención tiende a dispersarse.
Personas en procesos de reinserción
No en vano, los huertos urbanos están siendo usados de forma recurrente en instituciones penitenciarias o centros de desintoxicación, dadas las implicaciones de responsabilidad, constancia y superación que aportan.
Personas que sufren estrés, depresión o procesos de duelo
Trabajar en el huerto alivia al cerebro y ayuda al cuerpo a calmarse, y distrae al paciente de estado de sufrimiento o agitación. Se crea un paréntesis temporal de sosiego y esperanza que mejora el estado mental y emocional.
Personas mayores o que sufren la soledad
También están en auge los huertos en las residencias de mayores, pues suponen una actividad que ayuda a las personas de edad a mantenerse activos, a utilizar sus sentidos, a sentirse útiles y, además, en la mayoría de los casos, a conectar con recuerdos positivos de su infancia, lo que beneficia a su memoria.
Personas en situación de vulnerabilidad o riesgo de exclusión
La horticultura ofrece una alternativa sana e incluso con perspectiva de futuro laboral a jóvenes que viven en entornos complejos. El desarrollo de competencias y la mejora del autoconcepto es muy positivo para estos perfiles. A las personas en riesgo de exclusión les ayuda recuperar su autoestima, a optimizar sus contactos sociales y a tener mayores opciones a nivel profesional, y es por eso que la horticultura es practicada en muchos programas sociales.
Personas con capacidades diferentes
En personas con discapacidades físicas o mentales, el cultivo del huerto les aporta mejoras físicas en cuanto a movilidad y habilidades manuales; mejoras emocionales gracias a las responsabilidades y ser una práctica que propicia la calma y la autoestima; mejoras intelectuales porque adquieren nuevos conocimientos y aptitudes; y mejoras sociales, pues propicia el trabajo en equipo y la comunicación.
Niños
Los más pequeños aprenden y disfrutan en el huerto. Aparte del sentido lúdico, los niños descubren de dónde vienen las verduras, potencian su autonomía y su capacidad de espera, y desarrollan sus habilidades sociales.
Como creemos firmemente en esta premisa, hemos creado el cuento infantil «Martín y su tomatera«, en el que los niños pueden aprender de dónde vienen los tomates así como valores.
Quizás no te habías parado a pensarlo pero, como puedes ver, los beneficios de la horticultura son muy numerosos. Si estás leyendo este blog probablemente no tengamos que convencerte de ello pero, si tienes a alguien en tu círculo que quizás pueda necesitarlo, no dudes en recomendarle esta práctica tan saludable, ¡y que lea este post!
¿En qué se parece y en qué se diferencia la huerto terapia de otras terapias alternativas?
Seguro que has escuchado hablar de las terapias alternativas: flores de Bach, terapia Gestalt, arteterapia…etc.
Dentro de un contexto terapéutico, el proceso de terapia se realiza entre el terapeuta y el paciente. En el caso de la huerto terapia, la diferencia es que no existe terapeuta propiamente dicho, ya que no se persigue un acompañamiento como en las terapias previamente nombradas, sino un aumento de la autoestima, trabajar la paciencia, dar un espacio a ti mismo, etc.
Sin embargo, hay elementos similares. Dentro del contexto, o “setting”, es necesaria una preparación. En caso de las terapias alternativas ésta sería: la sala de terapia, el material plástico en el caso del arteterapia, sillas vacías, cojines, colchonetas o similar en el caso de la Gestalt o flores de Bach, por poner unos ejemplos. En el caso de la huerto terapia, este setting es incluso más agradable que lo nombrado anteriormente: precisa de un sitio al aire libre, con espacio y que tenga luz. Y los materiales a utilizar serán tierra, abono, semillas, plantones, por lo que se está mucho más conectado con la naturaleza.
Por otro lado, dentro de una terapia (ya sea reglada o alternativa) se suele establecer una periodicidad: semanal, mensual o la que sea necesaria para el proceso. En el caso de la huerto terapia, quien la practica se autorregula y va viendo y sopesando las necesidades de su huerto, así como las suyas propias, por lo que se trabaja la autonomía y la responsabilidad.
Para cuidar de tu huerto debes pasar por diferentes fases, que coinciden con algunas de las utilizadas en las terapias alternativas. La Gestalt, por ejemplo, utiliza la metáfora del vacío fértil, la cual es muy adecuada para hacer un paralelismo con lo que sucede cuando cuidas un huerto: igual que una persona “se llena” durante de terapia a través del crecimiento personal, el huerto también va creciendo a poco a poco, desde el momento de enterrar las simientes hasta el de recoger los frutos. Además, es un proceso cíclico: después de la cosecha (literal y metafóricamente), la planta y la persona vuelven a tener la oportunidad de “vaciarse” para “llenarse” y crecer de nuevo.
Otro de los pasos típicos durante la terapia es el “darse cuenta”, o “pasar a la acción”. En el caso del huerto, serían los pasos que das desde que decides crearlo, hasta que pasas a la acción planificando qué sembrar o plantar, comprando los materiales o el sustrato, adquiriendo o consiguiendo las semillas de las frutas y verduras que consigues, yendo al vivero…
En el caso de que quieras iniciar tu huerto como actividad terapéutica (aunque este no sea tu único objetivo), te recomendamos que te hagas con un diario y vayas apuntando tus avances, sentimientos, emociones… Te servirá para ser consciente de tu evolución y podrás volver a ese diario siempre que lo necesites. Probablemente descubrirás muchas cosas de ti mismo que te sorprenderán.
¡Mira cuántos beneficios! ¡Todo el mundo debería cultivar en casa!
Si justo al leer este post te has convencido de que vas a empezar tu huerto casero, te lo ponemos fácil con estas 5 entradas para principiantes:
1. Cinco consejos básicos para empezar tu huerto casero
2. Especial semillas: optimiza la siembra
3. Prepara tu abono casero ecológico
4. Líbrate de insectos indeseados con remedios caseros
5. Todo lo que necesitas saber sobre el riego
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