Si eres de los que piensan “no tengo mano con las plantas” o “se me mueren hasta los cáctus”, te invitamos a empezar con el aloe vera, una especie que por sus características, facilidad de cultivo, crecimiento rápido y propiedades es ideal para iniciarse en el mundo de las plantas. Y por supuesto, ¡también te recomendamos nuestro libro para iniciarte en el huerto casero! 😉
De la familia de las liliáceas, se considera una planta crasa o suculenta, es decir, que almacena agua en su interior. Al cortar sus hojas, presentan un aspecto carnoso o gelatinoso.
Propiedades del aloe vera
Se considera desde hace siglos una planta milagrosa debido a sus numerosas cualidades medicinales. El gel que producen sus hojas se utiliza para multitud de remedios caseros:
– Para aliviar y curar quemaduras o llagas por su poder cicatrizante.
– Para combatir la inflamación de encías.
– Para cuidar heridas y picaduras de insectos.
– Para aliviar dolores musculares como la artrosis y el reumatismo.
Contiene minerales como el calcio, hierro, zinc, potasio, magnesio y cobre. También tiene vitaminas A, B1, B2 y C, así como aminoácidos y antioxidantes.
Procesada por la industria farmacéutica, se usa en cosmética para tónicos faciales, cremas exfoliantes, antiarrugas, cuidado del cabello, champús, jabones, etcétera.
Cómo usar el aloe vera de tu propia planta
– Su uso puede ser tópico u oral. Para aplicarlo directamente sobre la piel, corta una hoja y aplica el gel sobre la zona deseada. ¡Así de sencillo!
– Si quieres ingerirlo, corta un trocito pequeño de hoja, quítale la piel y bate o mezcla la pulpa con zumos, jugos de frutas o batidos.
– Hay personas que simplemente mastican el gel para prevenir o combatir molestias digestivas tales como ardor o pesadez de estómago y úlceras estomacales.
– También es un excelente antiparasitario, elimina toxinas, regula el estreñimiento y la flora intestinal.
Por si te interesa, el alcohol de romero también tiene muchas propiedades.
Cómo cuidar y reproducir el aloe vera
En cuanto a sus necesidades, requiere luz abundante y sustrato arenoso y suelto para que drene bien, ya que su principal enemigo es, como en casi todas las plantas, el exceso de agua en el riego.
Para reproducirlo, corta con un cuchillo bien afilado los hijuelos que nacen cerca de la planta madre cuando tengan entre cinco y diez centímetros de altura. Déjalos unos días en un sitio oscuro para que cicatricen las heridas del corte y a continuación trasplántalos a un contenedor o maceta a ser posible de barro (por la porosidad). En poco tiempo la nueva planta duplicará e incluso triplicará su tamaño y producirá nuevos vástagos que podremos volver a trasplantar o, mejor aún, regalar.
¡Una planta súper versátil, resistente y a la que sacar mucho jugo!
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