Recientemente hemos tenido la oportunidad de visitar Perú y, cómo no, la increíble ciudad inca de Machu Picchu, que 2007 fue proclamada como una de las 7 Nuevas Maravillas del Mundo.
Los incas son mundialmente conocidos porque llevaron a cabo magníficas construcciones, con enormes bloques de piedra, que tallaban y transportaban sin ayuda de la tecnología. Sus templos han sobrevivido al paso de los siglos, ya que también fueron diseñados con características antisísmicas. Pero no solo fueron unos adelantados en la arquitectura. Según nos contó nuestro guía en Machu Picchu, podría decirse que los incas también fueron grandes ingenieros agrónomos, hidráulicos y astrónomos.
Machu Picchu es un buen ejemplo de cómo dominaban la agricultura.
Agricultura en andenes en Machu Picchu
Para empezar, este enclave está situado en la cima de un cerro, a casi 2500 metros de altura sobre el nivel del mar, con grandes pendientes. Para solucionar esto, construyeron numerosos bancales o andenes en los que cultivar. Esto implicaba realizar una especie de escalones de cultivo, donde cada uno tenía un muro de contención y estaban formados, de abajo a arriba, por piedras gruesas, piedras finas, arcilla y sustrato. De esta forma, no solo ganaban más terreno para cultivar, sino que evitaban el riesgo de desprendimientos y la erosión por parte del agua de lluvia.
Precisamente, debido al alto índice pluviométrico de la región (en Machu Picchu llueve unos 100 días al año, no en vano es bosque montano, de clima templado y muy húmedo), la mera construcción de los bancales no era suficiente. No tenían sistemas de irrigación (es decir, no regaban sus cultivos, los regaba el agua de lluvia) pero sí construyeron un complicado y eficaz sistema de drenaje para evitar que los campos se encharcaran debido a las lluvias frecuentes. Este sistema no solo sorprende por su complejidad, sino que sigue funcionando hoy en día.
Los incas consiguieron tener superávit agrícola
Con estas premisas, no es de extrañar que los incas de Machu Picchu consiguieran tener excedente agrícola. Las tierras eran tan fértiles y los cultivos estaban tan bien aprovechados que los habitantes de Machu Picchu experimentaron el superávit gracias a sus cosechas.
Pero no solo comían los cultivos de temporada. Llevaron a cabo un sistema de deshidratación y almacenaje de los productos que les permitía consumir, por ejemplo las patatas, meses o años después de su recolección. Hoy en día, en los mercados de Cuzco, se pueden encontrar patatas deshidratas (obviamente, con un proceso más moderno), que se pueden consumir una vez se rehidratan.
Sin embargo, es curioso que, al analizar los cuerpos de los enterramientos encontrados en Machu Picchu, los investigadores han descubierto que sufrían malnutrición. ¿Cómo es posible si tenían excedente agrícola? Pues porque su dieta era muy poco variada. Se basaba principalmente en la patata y el maíz. Por lo que nos dijeron, se ve que crearon multitud de variedades de patata (hay unos 3.000 tipos de papa en Sudamérica), pero claro, al final, siguen todas siendo patatas.
Los incas repartían la tierra equitativamente
Otro dato curiosos es que los incas (estamos hablando de que Pizarro llegó a Cuzco en 1.533) no conocieron la moneda. Eran maestros orfebres y trabajaban tanto el metal (incluyendo oro y plata) como las piedras preciosas, pero no las veían como producto de intercambio económico, pues solo le otorgaban un valor ornamental. Siendo así, su sociedad funcionaba a base de trueque y de un reparto lo más equitativo de las riquezas. Es más, se habla de comunismo o socialismo primitivo incaico. Un ejemplo de ello es que a cada familia se le otorgaba un trozo de tierra en función del número de miembros. Sin embargo, no era una cifra exacta de metros, sino que dependía, por ejemplo de la fertilidad: si un terreno era menos fértil que los demás, a esa familia le correspondían más metros, para compensar.
Por otro lado, cada 20 o 30 kilómetros (lo que se consideraba una jornada de camino a pie) había “tambos”, una especie de alojamientos y almacenes donde pernoctaban y se alimentaban los caminantes, especialmente los mensajeros, sin necesidad de “pagar” por este servicio. Probablemente, el plato más comido en estos tambos sería, cómo no, a base de patata.
¡Menudos agricultores eran los incas! La verdad es que Machu Picchu es un lugar mágico y, sabiendo todo esto, aumenta nuestra admiración por estos hortelanos de andenes. ¡Os animamos a visitarla si tenéis ocasión!
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