Está claro que las plantas de tu huerto casero necesitan nutrientes, y los obtienen del agua, el aire y el suelo. Por eso, poner la tierra la primera vez y olvidarte para siempre del sustrato es un gran error. En este post te contamos la diferencia entre abonar y fertilizar, cuáles son los abonos más comunes, para qué sirve cada uno, y cómo y cuándo es mejor aplicarlos.
Cómo se nutren las plantas
Como el resto de seres vivos, el objetivo de la nutrición de las plantas es crecer y desarrollarse. Para ello, la planta necesita una serie de elementos: unos son macroelementos y otros son microelementos.
Principales macroelementos:
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- Absorbidos por el aire: oxígeno, hidrógeno, carbono.
- Absorbidos por el suelo: nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre.
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Principales microelementos:
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- Absorbidos por el suelo: hierro, boro, cobre, cinc, manganeso.
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Los macroelementos más importantes, que suelen venir en todos los abonos químicos, son el nitrógeno, fósforo y potasio, pero pensar que aportar solo estos tres es suficiente es simplificar demasiado; aunque los microelementos sean necesarios en una cantidad muy inferior, no por ello hay que obviarlos.
Por tanto, para nutrir bien a tus plantas hacen falta dos cosas:
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- Utilizar abonos, preferiblemente ecológicos (lo vemos más adelante).
- Hacer un correcto riego. No solo para que aprovechen los nutrientes del agua, sino para que el agua no se lleve por delante los nutrientes del suelo (lixiviación o lavado), que es lo que pasa cuando se riega demasiado, cuando hay lluvias torrenciales, etc., pues la mayor parte de los nutrientes se encuentran en la parte más superficial del suelo.
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Qué es abonar y qué es fertilizar
A menudo, se usan estas dos palabras como sinónimos, pero no lo son. Hay un matiz importante que las diferencia.
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- Abonar: aplicar abonos químicos sintéticos, generalmente a base exclusivamente de nitrógeno, fósforo y potasio, para aumentar la productividad de las plantas de forma rápida.
- Fertilizar: utilizar abonos orgánicos, con variados micro y macronutrientes, para mejorar el suelo tanto a nivel químico como físico y biológico. Tiene un efecto a medio y largo plazo y se centra más en el enriquecimiento del suelo y el entorno y no exclusivamente en el resultado de la cosecha.
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Por ello, nosotros que apostarnos por los cultivos sostenibles, ecológicos y orgánicos, tenemos sin duda que recomendar que fertilices tu huerto en vez de que simplemente lo abones.
Componentes de los abonos y funcionalidades
La santísima trinidad de los abonos se expresa como N-P-K, haciendo referencia a nitrógeno, fósforo y potasio. De hecho, cuando veas la formulación de los abonos químicos verás que se expresa con tres cifras, por ejemplo, 10-10-10 (quiere decir que tiene la misma proporción de los tres elementos), o 12-8-16 (indica que tiene un 12% de nitrógeno, 8% de fósforo y 16% de potasio). Para que se entienda mejor, el más común y utilizado es el 15-15-15 (triple 15) que nos indica que por cada 100 kg de materia tendremos 15 kg de nitrógeno, 15 kg de fósforo y 15 kg de potasio, el resto suele ser lo que se denomina tierra vegetal.
Vamos a ver para qué sirven estos y otros elementos y, en consecuencia, cuándo es momento de usarlos:
Nitrógeno
Acción: estimula la producción del tallo y las hojas, es decir, el crecimiento vegetativo.
Cuándo usarlo:
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- En la fase de semilleros.
- Tras el trasplante.
- Cuando la planta está creciendo.
- Cuando la planta esté débil (con poco brío y de color amarillento).
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Cuándo evitarlo:
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- En la floración y fructificación (porque la planta seguirá generando ramas y hojas y no tendrá fuerza para crear correctamente los frutos).
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Fósforo
Acción: favorece la floración y fructificación.
Cuándo usarlo:
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- Precisamente, en las fases de floración y fructificación.
- Cuando la planta tiene problemas madurativos (los frutos no se desarrollan correctamente).
- Cuando las hojas tienen manchas marrones en el borde.
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Cuándo evitarlo:
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- Cuando queremos evitar la floración, como por ejemplo en cultivos de hoja grande (tipo lechugas) o aromáticas.
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Potasio
Acción: es fundamental para la regulación hídrica de la planta, y también en el desarrollo y coloración de flores y frutos.
Cuándo usarlo:
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- En las fases de floración y fructificación.
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Cuándo evitarlo:
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- Cuando queremos evitar la floración, como por ejemplo en cultivos de hoja grande (tipo lechugas) o aromáticas.
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Aparte de la “santísima trinidad”, hay otros dos elementos a tener en cuenta.
Hierro
El hierro es un catalizador que favorece la combinación de los elementos absorbidos por los cultivos. Pero, a veces, aunque el sustrato tenga suficiente hierro, la planta es incapaz de absorberlo (suele pasar en suelos con pH alto o con mucha cal).
La clorosis férrica es la muestra de esta carencia de hierro: las hojas se vuelven amarillas aunque los nervios siguen de color verde. Los cítricos y las fresas suelen acusar mucho la falta de hierro.
Por eso, para ayudar a los vegetales a absorber el hierro, se utilizan los quelatos de hierro, que no es otra cosa que el hierro tratado de tal forma que la planta pueda absorberlo.
Calcio
El calcio es fundamental para el desarrollo de los ápices. Su ausencia da lugar, por ejemplo, a la podredumbre apical de los tomates o “enfermedad de la peseta”, que es cuando empiezan a pudrirse por la base (el “culo” del tomate); si esto pasa, hay que tirarlos.
En este post puedes ver cómo hacer un abono casero rico en calcio a base de cáscaras de huevo.
Entonces, ¿qué abono uso?
Pues, sin duda, ¡los naturales! Los que no deben faltar en tu huerto casero, según nuestra experiencia, son:
Humus de lombriz
Se llama así porque es el resultado de la transformación de estiércol de animales hecho por lombrices. El resultado no fermenta ni se pudre y carece de fitotoxicidad. El humus de lombriz es muy rico en nutrientes para potenciar el desarrollo de tus cultivos. Los principales beneficios son que aporta materia orgánica al suelo y que favorece la retención de agua y el desarrollo de las raíces. Tiene tanto macro como micronutrientes.
Estiércol de caballo
Aunque suene un poco asqueroso, en realidad lo que compras es un producto tratado y esterilizado, con un aspecto esponjoso y que, te aseguramos, no huele a caca. El estiércol de caballo también aporta materia orgánica al suelo, favoreciendo así que haya microorganismos que fertilizan la tierra de forma natural, haciendo que se genere un plus de nutrientes.
Una mezcla equilibrada y generalista para el huerto puede ser:
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- 50 sustrato universal
- 20% estiércol de caballo
- 20% compost
- 10% humus de lombriz
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Lo tendrás que poner en el huerto en ese mismo orden, de abajo arriba: más al fondo el sustrato universal y más arriba el humus de lombriz.
Y cada mes, ir a añadiendo pequeños aportes.
Otras opciones
También puedes usar gallinaza (estiércol de gallina), purín de ortiga, abonos verdes a base de algas, guano… En cada una de las opciones, consulta las instrucciones del fabricante para saber cómo aplicarlo.
Ahora que sabes todo esto, ¡no dudes en aplicarlo!
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– Cómo hacer un abono casero rico en calcio a base de cáscaras de huevo.
– Recomendación de humus de lombriz.
– Recomendación de estiércol de caballo.
– Recomendación de sustrato universal.